En 1947, en una Berlín en ruinas, una joven se encuentra con un ciego errante en la calle que le pide llevar una carta a una dirección. Caritativamente, ella acepta y toma el camino de la dirección indicada. Pero al hacerlo ve como el ciego huye corriendo, sin vacilación alguna, y que desaparece girando rápidamente por la primera esquina. La chica...
no entiende nada... Encontrando este comportamiento sospechoso, la joven va a contar lo sucedido a la policía.
La policía escucha lo sucedido y decide ir a la dirección a la que supuestamente debía entregar la carta, acompañados de la chica. Una vez allí, descubren con horror que en esa vivienda se encuentran dos hombres y a una mujer muertos, además de una gran cantidad de carne (la carne en aquella época era muy valiosa, ya que estaban arruinados). Pero para sorpresa de la policía la carne no era de animal, sino que era... carne humana. Y el texto de la carta que la joven debía entregar decía lo siguiente: "Carne de la mejor calidad para la población. Mañana les traeré más."
Esto es justo lo que nunca debes hacer: ponerte frente al espejo y repetir
nueve veces seguidas el nombre de Verónica.
No serías el primero que se ríe al conocer esta historia, que lleva circulando por
el mundo desde hace varias décadas. Muchos antes que tú han pensado que se trataba
de un cuento chino y se han burlado, pero otras personas aseguran que quienes no han
hecho caso de la advertencia y han aceptado el desafío, han cargado con una
maldicion terrible.
¿Quién es Verónica? O mejor dicho: ¿quién era? Se trataba de una chica de 14 años
que, estando en el pueblo con sus amigos, hizo espiritismo en una casa abandonada.
Todo el mundo sabe que es algo tremendamente peligroso y que jamás debe tomarse como
un juego. Ella no siguió las reglas de los fanatasmas, se burló durante toda la
invocación y una silla que había en la habitación cobró vida y la golpeó mortalmente
en la cabeza.
Sin embargo, Verónica aún no descansa en paz. Su espíritu está condenado y vaga
buscando venganza entre aquellos que no saben respetar el Más Allá, como le sucedía
a ella en la vida real.
Rita era una chica de la edad de Verónica que conoció la leyenda en su instituto.
Sus amigos la picaron, diciéndole que no se atrevía a decir \'Verónica\' nueve veces
ante el espejo. A ella le daba miedo, pero venció su terror porque le avergonzaba
quedar mal ante todo el mundo. Una compañera fue a los servicios de esa planta del
instituto para comprobar, entre risas, si cumplía la prueba.
Lo hizo, no pasó nada y el grupo lo olvidó enseguida. Menos Rita. Para ella la
auténtica pesadilla comenzó esa misma noche. Estaba en la cama, cuando un sonido la
despertó. No se trataba de un estrépito, sino de una especie de susurro
indescifrable que oía cerca de la nuca, mientras sentía como si alguien respirara
en su cuello. Aterrada, se levantó y encendió la luz. Allí solo estaba ella. A pesar
de eso, no pudo dormir en toda la noche. Al día siguiente, no se atrevió a
contárselo a nadie. Estaba muerta de miedo y de sueño, y en medio de la clase tuvo
que salir al servicio para mojarse la cara y despejarse. Pero cuando entró al baño,
hacía mucho frío (como estaban en invierno no le dio importancia) y una capa de vaho
cubría el espejo. Rita lo limpió con la mano para comprobar horrorizada que tras
ella había una chica que no había visto jamás, con una expresión de espanto y sangre
en la cabeza. Fue solo un instante. Cuando se volvió a mirarse, ya no había nadie.
Rita rió nerviosamente, pensando que todo era fruto de su imaginación, los nervios
y el cansancio. Sin embargo, cuando se volvió hacia el espejo vio algo que la dejó
helada. Al borrarse el vaho una frase había permanecido escrita: \'Soy Verónica. No
debiste invitarme a volver\'.
Rita no pudo soportarlo. Hoy pasa sus días encerrada en un manicomio, y solo habla
para jurar y perjurar que el fantasma de Verónica la sigue atormentando.
Se descubrió que un maniquí en un carnaval no estaba hecho de la combinación usual de papel mache y saliva carnavalera, si no de piel humana y huesos. Los niños que entraban a la casa de sustos habían estado picando, riendo y jugueteando con un cadáver real momificado.
Aparentemente el olor no solo venía del ex-convicto atendiendo el puesto de salchichas empanizadas. En 1976 un equipo de cámaras que grababa un episodio de The Six Million Dollar Man empezó a acomodarse en la casa de espantos en el parque de diversiones Nu-Pike en Long Beach, California.