En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a
cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación al que tengas
acceso. Estando en la recepción, pide reunirte con aquel que se hace llamar «El
Portador de la Llama». El trabajador te mirará indiferentemente por varios
minutos antes de apuntar, silenciosamente, a una puerta detrás de ti. La puerta
no estaba ahí, y nadie más a tu alrededor se dará cuenta. Acércate a la puerta
y cierra los ojos, antes de sujetar la aldaba. Necesitas golpear solo una vez;
sentirás cómo la aldaba se vuelve caliente. Mantenlo firmemente, incluso si
comienza a chamuscarse en tu mano.
Eventualmente el dolor cesara. Una vez que
pase esto, abre tus ojos. Estarás en un pequeño jardín iluminado por la luz de
una luna llena, y rodeado por piedras cubiertas de hiedra. A tu izquierda
estará un estanque y a tu derecha una pira fúnebre, aún no encendida,
pegajosamente oscurecida con un líquido inflamable.
Da exactamente cinco pasos hacia la hoguera.
Encontrarás el cadáver de un niño castrado, con sus brazos doblados sobre un
vial de mercurio. No digas nada más que la pregunta: «¿Qué causó su
inmolación?».
El cadáver no se moverá, pero la pira
funeraria se encenderá a sí misma por obra propia. Al igual que los arbustos,
el pasto, los árboles y las flores alrededor de ella. Las flamas cambiarán de
colores, desde el rojo de la sangre recién salpicada, al verde de la infección
y fallecimiento. Las plantas gritarán en agonía a la vez que las paredes
alrededor del jardín son consumidas. El estanque se