viernes, 4 de noviembre de 2016

El Portador del Adversario

En cualquier ciudad, en cualquier país, aventúrate a través de las carreteras y calles solitarias de los barrios bajos, o «la parte mala de la ciudad». Si te cruzas con un hombre desarreglado llevando una botella de licor en una bolsa de papel, con su camisa empapada en sudor y sus pantalones enlodados, no tengas miedo de preguntarle si conoce a alguien que se hace llamar «El Portador del Adversario».

Más que gustoso, sonreirá como si te conociera, como un viejo amigo con el que compartes una broma interna. No te alarmes, el hombre conoce a quien estás buscando. El menos afortunado de nosotros parece saber cosas más allá de nuestros sueños. Te guiará a una alcantarilla y deslizará casualmente la tapa de metal con sus botas mugrientas. Echándote una pequeña linterna que alumbrara precariamente, te urgirá que bajes a la obscuridad.

Una vez dentro de las profundidades del sistema de alcantarillado, te darás cuenta de que no hay olor desagradable —ningún olor, de hecho—. Pero apuntando la linterna para mirando a tus alrededores, te darás cuenta de que estás en un cuarto redondo. En todas las paredes colgarán
cuerpos parcialmente descompuestos, con sus almas suspendidas por siempre en un estado de pseudoconciencia, sintiendo todo el dolor y horror de estar atrapados en sus cuerpos. Habrá cuerpos desparramados en el suelo, y verás que uno cercano te toca. Querrás alejarlo, pero de repente, el olor llegará. Será lo más desagradable que podrías imaginar: excremento humano y animal, sulfuro, cuerpos podridos, carne ardiendo.

Estarás paralizado momentáneamente por el horror de esto, y cuando te recuperes, has lo que puedas para no vomitar. Un pensamiento aparecerá en tu cabeza: «Nosotros somos los restos de aquellos que no pudieron hacerle frente al Adversario». Tragarás saliva, asustado, mirando fijamente alrededor tuyo, buscando la fuente de la voz. Pero, de repente, los cuerpos comenzaran a explotar, uno por uno, liberando más del horrible olor y bañándote en fluidos sangrientos y trozos delgados de despojos humanos.

Los cuerpos se fregarán en el piso, y lo que se alzará de la lechada será una criatura de belleza pura. Hombre, mujer, o algo por completo diferente: depende de ti. No podrás apartar tu mirada de este ser vistoso y desnudo hasta que te des cuenta de que se trata de una caricatura idealizada de ti. Confiado, absolutamente bello, esbozando una sonrisa paciente y gentil. Será todo lo que tú desearías ser.

Serás llenado por un celo repentino, una ira total, una necesidad de destruir este perfecto tú. No lo hagas. Si lo haces, te perderás en la ira del Adversario —el tormento eterno de los condenados que has atestiguado antes—. Solo puedes preguntarle una cosa a esta criatura exquisita: «¿Qué podrían destruir?».

El Portador del Adversario se reirá de ti melodiosamente, condescendientemente, y te explicará como si fueras un estúpido niño pequeño la respuesta a tu pregunta. No se saltará ningún detalle, incluso el más horrible. Aunque terrorífica, la historia será interesante y tranquilizante, y te verás absorto en una fascinación juvenil con el Portador. Puede que asemejes la historia con una que te fue contada por un ser amado o un guía cuando eras pequeño, y sabrás que ahora tienes la llave para derrotar al Adversario.

Al final de la historia, el Portador te preguntará, sonriendo complacido: «¿Qué harás ahora, mi niño?», y colocará un Objeto en tu palma y cierra tu mano alrededor de él. «No debes abrir tu mano hasta que abandones este lugar», dirá en son de despedida.

Ahora debes darte la vuelta e irte sin mirar atrás. Una vez que hayas escapado del alcantarillado, abre tus dedos: lo que encontrarás será un muñeco verde plástico del ejército.


Este juguete es el Objeto es 14 de 538. Entiende cómo derrotar a tu más grande rival, y nunca se le debe permitir unirse al resto.

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