En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a
cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación al que tengas
acceso. Estando en la recepción, pide reunirte con aquel que se hace llamar «El
Portador del Futuro». No lo sigas si el empleado te ofrece mostrarte el camino;
él no es el verdadero guía. El verdadero guía se te acercará en silencio y te
dará un pedazo de papel en el que el camino estará dibujado en líneas de sangre
y fuego. Ve hacia delante, concentrándote en la escritura. Si tu concentración
no titubea, pasarás por un escritorio y un hombre para encontrarte con un
pasillo largo y desocupado. Puede que parezca opulento, lleno de color y
promesas, pero ahora las paredes están manchadas y la alfombra negra y sucia.
En tanto avances por el pasillo, imágenes
golpearán ventanas que no habías advertido. Puede parecer que, por el rabillo
del ojo, veas amigos muertos desde hace mucho llamarte, o amores perdidos
volviéndose jóvenes y ofreciéndose a ti una vez más. Voces que parecen dar la
impresión de que las ventanas esconden segundas oportunidades, oportunidades
para
hacer las cosas bien. «Puedes escoger de nuevo», dirán ellos, pero no
debes mirar más allá del papel en tus manos. Hacerlo es vislumbrar en su
totalidad lo que te observa desde afuera.
Solo podrás despegar tu mirada del papel al
llegar al final del corredor, e incluso entonces nunca debes mirar atrás. La
puerta frente a ti lleva a un salón de baile que, al igual que el pasillo, ha
caído de su elegante brillo a la inmundicia y el olvido. Ábrete paso entre la
penumbra hasta que la puerta y toda oportunidad de escapar quede perdida tras
de ti.
Camina con cuidado. El Portador te observa
incluso ahora.
El camino adelante una vez delimitada el
centro de la habitación, pero el centro no ha perdurado a través de los años, y
ahora el camino es… diferente. Debes encontrar un punto en el que la poca luz
restante desaparece, y ahí debes cerrar tus ojos y esperar, independientemente
de lo que pueda pasar después. Si has complacido al Portador, oirás el ronroneo
gentil de un gato, y sentirás su calor girando alrededor a tus pies.
Debes mantener tus ojos cerrados hasta que
una voz te haya preguntado tres veces: «¿Qué harás con ellos?». Responder a la
primera o segunda vez transformará los ronroneos en gruñidos y mientras el
tacto de miles de garras afiladas invadirá tu garganta. Solo después de la
tercera podrás abrir tus ojos.
En frente de ti estará una mujer acostada en
una cama. Como los cuartos que precedieron su recámara, hace mucho tiempo ella
pudo haber sido gloriosamente bella, y aunque yace desnuda en la cama es
nauseabundamente gorda, su piel estará marcada con llagas, carne muerta y
brotes sifilíticos. Habrán cientos de gatos a su alrededor. Eventualmente uno
de ellos se postrará expectante a tus pies. Háblale solo a este, diciéndole:
«Hare lo que deba».
Él te enseñará el lenguaje de los gatos, y
una vez que lo hayas aprendido, los demás te contarán un secreto que nunca
debió llegar a oídos humanos. No debes revelarlo hasta que no tengas nada más
que te ancle al mundo: los gatos son criaturas celosas y gozan del dolor de
aquellos que traicionaron su confianza.
Su secreto es el Objeto 16 de 538. No diré
nada más de ello.
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